Nos gustó mucho la ruta que escogimos,
atravesar las montañas de la provincia del Oro fue increíble. Me gustaron sus parajes, sus vistas
impactantes y también la oportunidad de conocer algo más sobre la cultura del
sur de ecuador.
Me sorprendió mucho Portovelo; supongo
que parte de esta sorpresa fue provocada porque no sabía qué me iba a encontrar;
realmente, no lo habría podido situar en el mapa…Me encanta esta manera de
viajar, planear lo indispensable, informarse de lo esencial e ir con los
sentidos bien despiertos. A cada minuto aprendes algo nuevo, deduces por ti
mismo y analizas cada actuación, hilando bonitas historias.
Supimos que la región del oro tiene
gran tradición minera y concretamente, en Portovelo, se encuentra una
importante mina de oro. Todo fluye entorno a la explotación de este mineral. La
mayoría de los habitantes de orígenes diversos trabajan en ella; por lo menos
puedo asegurar que hay muchos peruanos. El resto de la población se dedica al
sector servicios; sobre todo negocios relacionados con el ocio.
Decidimos aparcar a Inti al lado de
una zona con canchas y fuimos a buscar un lugar tranquilo donde tejer un rato.
Empezamos e escuchar muchas voces y
pronto nos percatamos que se estaba desarrollando un partido de baloncesto, por
lo que sin pensarlo demasiado, nos dirigimos hacia allí. Los equipos estaban
constituidos por mineros; aunque lo atractivo del partido eran las apuestas.
Tanto aficionados como los propios jugadores pueden apostar. Se crea un
ambiente muy competitivo, eso es cierto, pero en Portovelo se ha conseguido que
una gran cantidad de hombres, que están separados de sus familias, inviertan su tiempo en el deporte, en lugar de
en otras actividades menos saludables que se ofrecen en el lugar, ya sabéis a
que me refiero.
Disfruté mucho de las conversaciones
de ese día; conocimos a Edwin, a su hermano y su grupo de amigos.
Tranquilamente fueron pasando las horas…conocimos la otra cara de la minería. Estos
chicos no tenían demasiadas críticas hacia su profesión; no parecía preocuparles demasiado lo
arriesgado del trabajo, los químicos a los que están expuestos o la gran cantidad
de polvo que inhalan diariamente, sin embargo, agradecían tener un trabajo bien
remunerado. La mayor parte enviará el dinero a sus familias, sobre todo los
peruanos, que ganando en dólares les sale el negocio redondo.
Finalmente hicimos para ellos pulseras
con los colores de la bandera. El mundial sudamericano ya estaba en boca de
todos!
Cenamos unas salchipapas en la calle y
un poco de pollo. Pagamos no más de tres dólares y nos fuimos a
descansar.
No soñamos durante más de 4 horas
cuando el jaleo comenzó. Gente gritando y moviendo cosas, ruido de coches
pasando y una mujercita tocando nuestra puerta. Me desperté sobresaltada y
abrí. Estábamos en el medio del mercado!!
La mayoría eran mujeres mayores, pero
ayudando a montar los puestos, estaban también maridos y hijos.
Pronto empezaron a llegar clientes y
sin darnos cuenta estábamos totalmente engullidos por la marea humana. Rápido
nos vestimos y con una buena dosis de vergüenza nos dispusimos a mover la
casa. Sin embargo, como en muchas otras ocasiones durante el viaje… Inti no
podía moverse! O no quería, el caso es que algo pasaba, por lo que empezamos a investigar el problema.
Fue una postal muy divertida! Las
horas pasaban, calor sofocante, más y más gente llegaba a adquirir productos
frescos y nosotros estorbábamos como nunca. (Estábamos situados en un lugar
estratégico para la venta, en el centro del corredor donde se vendían las
verduras). Imaginaros a los clientes y sobre todo a alguno de los vendedores,
ya que nuestra combi tapaba algunos puestos.
Se nos iba diluyendo la sonrisa, abrimos el motor, realizamos nuestro protocolo
de actuación y el problema era el que nos estuvo persiguiendo durante una buena
época, se nos cerraban las válvulas.
Marco se compadeció de nosotros,
pasaba por allí y puso su grano de arena, me indicó donde encontrar un taller,
ya que no sabemos cómo, habíamos perdido una de las tuercas para aflojar las
válvulas.
Estuve dando bastantes vueltas bajo el
terrorífico calor del medio día, ya un poco desesperada y con ganas de gritar,
Bob no me estaba haciendo demasiado caso, con lo que la tensión se iba
acumulando en mi cabeza. Encontré el taller y a Luis, recién levantado, que después
de otra media hora apareció con "la tuerca". Regresé al mercado,
Marco se había ido, las señoras estaban desesperadas y Gonzalo sofocado.
El problema se resolvió, arrancamos y
nos fuimos sin mirar demasiado atrás. Estuvimos un tiempo callados pero pronto empezamos
a reír y a seguir soñando. Hicimos bastantes horas ese día, más adelante, Inti
decidió quedarse nuevamente parada, por lo que a duras penas llegamos Loja! Llegamos
tarde, así que nos aparcamos sin pensar demasiado en una calle de sentido único
en medio de una zona comercial. No era un buen sitio, pero el cansancio hizo
que nos conformáramos pronto.
A la mañana siguiente descubrimos
Loja, el comedor de los pies descalzos, en donde por 3 dólares llenamos
nuestras barrigas hasta no poder más, el parque de Loja con piscina y baños, y
compartimos unos días con Manuel! Un pintoresco alemán que viajaba solo en su
gran autocaravana.